martes, 2 de diciembre de 2014

La curiosa historia del doctor Jimenez. (1.- Conociendo al Doctor Jiménez)


1.- Conociendo al Doctor Jiménez

Todos los hechos recogidos en esta historia son verídicos, los personajes son reales y todos pasaron por este relato, si hay algún error se debe a mi mala cabeza o a mi mala memoria. No me he permitido conscientemente licencia literaria ni taurina. Estamos a dos de Agosto del 2000 y …Os lo cuento en cinco capítulos

Hacia calor. En Colombinas, los 40 grados son habituales muchas horas al día. A  Pepe León se le refrescaba el sudor cada vez que traspasaba las puertas del hotel Monteconquero cargando con el aparataje de la emisora desde la unidad móvil aparcada en la puerta. Iba dando lentos viajes, apilando en el salón abierto junto al bar inglés, con el cariño que sólo un técnico de los de la radio de antes es capaz de poner en los cables, mesas de mezclas y resto de instrumental para montar un estudio lejos de la sede de la radio.


Acabó de trasladar cachivaches cerca de la una. Quería montar el tinglado antes de mediodía para después probar sonido con la emisora y dejarlo todo asegurado para la inauguración de la tarde. Con  el último viaje de aparatos electrónicos, atravesó el concurrido hall y entró en el salón. Ahora tocaba montar, engarzar cables sospechosamente idénticos para el profano y milagrosamente discernibles para el experto, establecer conexiones, conectar con la emisora. Una trabajera. Pidió una cerveza, mientras su vista se perdía en el salón maquinando la estrategia. Era perro viejo y sabía de los problemas y las soluciones que le plantearía el montaje. Conocía de enchufes, de RSDIs, de moquetas y llevaba instalando ese mismo estudio en el mismo sitio muchos años. Observó que, en el rincón que cada año cedía el amable Sr. López, director del hotel, para montar la mesa de tertulia y la de mezclas, dormitaba un cliente del hotel aprovechando el frescor del aire acondicionado y la comodidad de los sillones de estilo.

Apuró la caña, solicitó en recepción la presencia de José, el jefe de mantenimiento y se dispuso a iniciar el ensamblaje de piezas, cables, modems y teléfonos que suponía realizar un programa de radio lejos de los estudios. Empezó con lentitud de artesano la tarea.

Llegó el momento en que se hizo inevitable molestar al cliente, que permanecía aposentado en el cómodo sillón.
-         Me permite. Tenemos que montar un cableado y debe pasar justo por aquí ¿Le importaría cambiar de sitito?
-         Claro- responde el interpelado, mientras se levantaba- Ahora mismo. ¿Qué van a organizar aquí?
-         Las tertulias taurinas de Rafael Mezquita para COPE
-         Pues las disfrutaré, Soy muy aficionado, vengo de Córdoba y estaré aquí todas Las Colombinas. ¿Acuden los toreros  a las tertulias? - Inquirió queriendo iniciar palique.
-         Sí, se suelen quedar muchos en este hotel con sus cuadrillas y participan de las charlas
-         ¿Tienen mucho ambiente?
-         Bueno…, una veces más, otras menos

Se veía que tenía ganas de hilar conversación. el cordobés, hombre de sobrados cincuenta años, mediano de estatura, cárdeno de pelo lacio, con ese brillo del canoso joven, y largo, gafas de miope y cierto desaliño indumentario. El técnico radiofónico lo que buscaba era acabar pronto la tarea para aparcar la unidad móvil en la emisora y llegar a casa, apenas a dos minutos, a tiempo de comer y cumplir con el sagrado rito de la siesta.
Por eso vio el cielo abierto cuando vio bajar en el ascensor, cuyas paredes eran de cristal, y pisar el zaguán del hotel, a Rafael Mezquita que bajaba escamondado de su habitación.
Un personaje regio este Mezquita, recién duchado, alto, con cierta protuberancia abdominal, y cierta desmesura nasal, con gafas de sol a pesar de estar bajo techo, afeitado y con un elegante terno en azul, con guayabera sin corbata y una pequeña mariconera en su mano.
-         Rafa, mira te presento a un aficionado de Córdoba que vas a tener de público en las tertulias. Rafael Mezquita y  el ¿Doctor…?
-         Jiménez, Rafael Jiménez, encantado- dijo el cordobés mientras estrechaba la mano del periodista.
 Como seguía teniendo ganas de hilvanar charla...
-         Buena feria tenemos este año
-         Así es- respondió Rafael- ¿Y como por aquí? Siguiendo a Finito, supongo
-  Si al Fino, Y a Enrique y a Tomás y…

Ahí el cordobés vio abierta la puerta de chiqueros y se explayó. Pidieron una cerveza y,  mientras Pepe conectaba clavijas al fondo del salón, el doctor le contó al periodista su vida. Era cirujano, en efecto de Córdoba, viudo, su mujer había muerto recientemente y no tenían hijos. El vacío lo llenaba asistiendo a cuantas corridas de toros podía. Venía estos días a Huelva, luego al Puerto, Málaga… Una procesión en busca de la fiesta brava y del olvido…y de la gastronomía. Sibarita de la cocina pensaba conocer los sitios de comidas con más abolengo de esta Huelva que hacía tiempo no visitaba.
Aprovechó Mezquita la intimidad que otorga la segunda caña para confesarse y hablar de eso que los hombres sólo comentan con su médico. El problema de las hemorroides. Lo tenían loco, la molestia era constante, el escozor tremendo, no le permitían sentarse con comodidad, el sangrado le impedía vestir de claro. Un drama silente y largo. Ni los baños de asiento con aloe, ni el socorrido y procaz ungüento de largo pitorro, ni los remedios caseros le permitían alivio. Un viejo doctor malagueño, donde vivía por aquel entonces Mezquita, le había anunciado ya que la única medida era el anillo de caucho sobre las venas prolapsadas 
Supo el Doctor Jiménez escuchar a Mezquita con paciencia de buen médico. Tres preguntas pertinentes, un par de apuntes. Pronto emitió su diagnóstico. Cuando a los males se le pone nombre parece que es que cuando estos toman consistencia. Si uno tiene un dolor en la espalda nadie sabe que opción tomar, cuando un experto decide que eso es lumbalgia, la cosa cambia. El doctor Jiménez tras un lapso de estudio y dos profundas miradas, una al cuerpo del periodista y otra al inspirador vacío nominalizó el asunto:
- Por lo que me cuenta, sus almorranas, tocayo Rafael, no son de una especial gravedad pero si muy dolorosas. Le explicó, son venillas que desarrollan interior y exteriormente. A las que usted me describe, en mi época de la facultad las llamábamos "hemorroides centinela", puesto que provocan una fisura anal e infección y las venas se acomodaban en la herida impidiendo que se cierre e infectando la zona.
Diagnosticado el mal, recetó el tratamiento con es manía tan médica y antitaurina de la prohibición
- La siguiente cerveza, y a partir de ahora todas, sin alcohol, amigo Rafael. Ni probarlo. Nada de estrés. Ni grasas. Ni picantes. Ni un sólo cigarro. Las gradas de la plaza de toros tampoco serán alivio.
Y por último explicó la solución de forma concisa pero indiscutible
- Cirugía, la solución es la cirugía- Eso en boca de un cirujano es palabra de Dios
El técnico acababa en ese momento de probar sonido con los estudios. Todo funciona. Se despidió con premura. Mezquita apesadumbrado tomó el último trago de la dulzona cerveza sin alcohol. Se disculpó cariacontecido de su nuevo doctor, que ya era un viejo amigo, no sin antes invitarlo.
- Bueno, es la hora de comer. Me esperan. Por cierto, esta tarde, a las 9 inauguramos las tertulias con una exposición sobre la familia Litri en el salón Rábida del hotel. Ese de ahí enfrente. Le espero.
- Cuente conmigo, aquí estaré

Continuará...


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