domingo, 23 de septiembre de 2012

Contra la crisis, grandeza.



El adagio es viejo y cierto. El toreo es grandeza, la grandeza de dos toreros que vienen a final de temporada a Sevilla a dejar sentadas las bases de su verdad torera.
Manzanares, un torero de arte con cuchillo de seda en la boca, las pinturas de guerra en el alma y la muñeca rota en cabestrillo. Contra la crisis de las farmacias dos portagayolas de arte, de larga y de verónicas la una, de larga y de Chicuelinas la otra, de riesgo en los lances con el toro repitiendo codicioso. La cogida de Blazquez que cae inerme mientras su cuadrilla lo pelea en formas de forcado, interminable espacio de pavor. Y luego el toreo despacioso, ligado, templado, lento, a un enclasado en bravo Cuvillo, faena de impacto visual tremendo, de cadencia, templando el viento de Sevilla, acariciando el toreo. Pero me baila en las muñecas de escribir el son del que se inventó al quinto, un toro que nadie vio, un bravo juanpedro, faena de ensoñaciones, de lances que mueren donde nace el otoño, de tiempos lentos como para amar, como para torear, como para decir las cosas mar urgentes del alma del torero, el toro a más a el torero al infinito. Lo vi llorar en la vuelta al ruedo, lo vi torear como como un junco enhiesto en este erial de verdades eternas. Conta la crisis la grandeza de un torero grande que se siente inmenso. Al tercero nada pudo, el toro enfermo claudicó después de un recibo capotero inédito por bravo y de una serie única de buenos presagios.
Contra la crisis de valores el valor de Talavante, que no se arruga ante el arte, ni ante el valor, ni ante los lotes nefastos de este año en La Maestranza, la sombra torera de aquel joven imberbe es ahora un torero de memoria incunable, de trazo limpio, de natural fácil, de remate hondo, de valor seco. Al primer Cuvillo, lo torea de capote como sólo está permitido a los dioses de esto, verdad honda en los lances a píes juntos, valor y miradas que soporta, entre un vendaval bíblico, con estoicismo de dios antiguo. Al sexto lo supo esperar donde se esperan las cornadas y los triunfos, donde se ganan las batallas a uno  mismo y donde Sevilla supo valorar el esfuerzo, el toro sabía en cada instante donde estaba el corazón que mecía la muleta, buscaba los píes en un lance y la cabeza en otro. Talavante,  sólo buscaba la verdad de un arte que nace del oficio y muere en la grandeza. Entre los dos regalos, un Juanpedro que supo hacer el de la Puebla de Sancho Pérez, ahormando su embestida, sacando su bravura de donde la tuviera, el toro repone con codicia a partir del segundo muletazo y Talavante sabe esperar muleta adelante y pies clavados. Manoletinas amondeñadas de remate. Una oreja, una plaza que sabe esperar al torero de los largos naturales. 
Y Manzanares que sueña con volver mientras viaja a su hotel en hombros de Sevilla, para seguir allí el idilio.
Y usted, señor Rajoy, que mañana debe decidir, recuerde, contra todas las crisis, grandeza, lo demás con cuentos.

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