domingo, 25 de septiembre de 2011

Ignacio Camacho en ABC sobre Tomás









.El último mito sociológico de la lidia, José Tomás, con su leyenda tremendista e introvertida a cuestas, oficiará esta tarde en Barcelona el funeral de la fiesta en toros en Cataluña. En un ambiente de alta tensión emotiva y con un trasfondo de crispado debate político, la Monumental acoge la que probablemente será su última corrida salvo una improbable prórroga de última hora sujeta a la negociación de los presupuestos de la autonomía.

Sentimentalismo e historicidad
La cuenta atrás que comenzó en julio de 2010, con la aprobación parlamentaria de la prohibición de festejos taurinos en territorio catalán, termina hoy en medio de una expectante mezcla de sentimentalismo e historicidad. Con el lleno garantizado, entradas en la reventa a precios estratosféricos y el morbo que proporciona la atmósfera terminal de la cita, el coso de la esquina de la Gran Vía y el Carrer de la Marina se va a convertir en el escenario de una ceremonia de enorme trascendencia cultural y social. La de la primera abolición parcial del espectáculo más característico de la simbología española.

Es precisamente este rasgo idiosincrático el que está en el origen de la formidable controversia que la prohibición ha despertado dentro y fuera de España. La vieja polémica nacional en torno a la fiesta de toros, tan antigua como la fiesta misma, se cobra hoy en Cataluña la primera victoria del bando abolicionista. Un triunfo que no habría podido producirse sin la entrada en escena del factor político que ha acabado decantando el debate.

La aprobación del veto a las corridas salió adelante gracias a la pujanza transversal de una corriente de nacionalismo identitario que, más allá de los argumentos ecologistas, estéticos, intelectuales o animalistas, ha hecho prevalecer un criterio ideológico: el que considera la lidia como un símbolo de integración cultural española rechazado por el soberanismo catalanista. El toro —y el torero— como sinécdoque de la españolidad, cuya expulsión representa un triunfo del imaginario de afirmación excluyente propio de la mentalidad nacionalista.

Esa tensión de fondo entre dos modelos de convivencia late en torno a la corrida de esta tarde y le otorga la dimensión emblemática de un cierto conflicto civil, vinculado a otras tensiones sociales como las de la lengua, el desarrollo de las instituciones autonómicas o incluso el propio anclaje de Cataluña en la estructura política del Estado español. Más al fondo aún del debate identitario, intrínsecamente mezclado para la ocasión con la tradición antitaurina, se atisba también la inquietante presencia de un cierto modelo de ingeniería social que desde un sedicente progresismo posmoderno ha resucitado el método prohibicionista con la consiguiente rebelión de amplios sectores sociales —no necesariamente protaurinos— disconformes con esta expresión de dominancia.

Afición condenada al «exilio»
Todo eso, más la indudable repercusión que la medida suscita en la opinión pública internacional, ha rodeado la última corrida de Barcelona de un clima emocional eléctrico. La presencia de José Tomás, figura atormentada de gran intensidad carismática, y del torero catalán Serafín Marín —acompañados en la terna por Juan Mora— refuerza una escenografía sentimental de enorme potencia simbólica que ha superado la languideciente afición taurófila de Cataluña, ahora condenada a la experiencia melancólica del exilio a Francia, a Zaragoza o a otras comunidades cercanas.

Porque la prohibición ha prosperado también en parte debido al declive del vigor social de la fiesta en la comunidad catalana, que ha provocado un lento goteo de cierres de plazas y la progresiva decadencia de la propia Monumental, cada vez menos concurrida y más desafectada de aficionados. Sólo Tomás la había llenado repetidamente en los últimos años gracias a su poder de convocatoria como fenómeno de masas. En el ambiente taurino despierta suspicacias la relativa pasividad de los empresarios del coso, que serán indemnizados con una cifra probablemente superior a sus razonables expectativas comerciales de los próximos años.

Sin embargo, la morbosa expectativa de postrimerías ha generado un clamoroso interés en torno a la corrida de hoy, cuyo carácter de acontecimiento singular no escapa a nadie. Los propios diestros parecen conscientes de esa dimensión alegórica, y más que ninguno un José Tomás especialmente proclive a la sensibilidad ambiental y que en los últimos tiempos ha hecho de Barcelona un punto de especial entrega emotiva.

Si en la primera corrida que se celebró en la Monumental después de votarse la prohibición, en agosto del pasado año, el público barcelonés forzó el indulto de un toro como metáfora de la grandeza de la fiesta, esta tarde la afición va a escenificar una tragedia autocompasiva. La cita de hoy viene, pues, cargada de connotaciones especiales que van desde la protesta política al aire lúgubre de una despedida. Un clima sombrío de liturgia funeraria, una terapia de exorcismo coral, un psicodrama colectivo con ribetes mitad reivindicativos, mitad expiatorios. Y el marchamo de una fecha histórica: la de la primera derrota legal en tres siglos de la más clásica seña de identidad cultural española

No hay comentarios:

Haciendo hilo

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...