viernes, 8 de enero de 2010

Vicente Parra nos recuerda. 1984, el año de la esperanza.

Vicente Parra, tras un arduo trabajo de documentación, nos relata la historia, desde la reinauguración hasta nuestros días, de la Plaza de Toros de Huelva, ahora La Merced.


Empezaremos a publicarla en tramos. Hoy las previas y el año 84

Como en tantas otras ocasiones, la ciudadanía onubense dejaba escapar otra oportunidad para realzar sus cosas. Así ha venido ocurriendo desde tiempo inmemorial y, en los últimos tiempos, tenemos innumerables ejemplos de acontecimientos que, pese a su trascendencia histórica, han pasado sin pena ni gloria hasta tal punto que la mayoría de los onubenses ni siquiera se han enterado de lo acontecido.

¿Qué recuerda los fastos conmemorativos del V Centenario del Descubrimiento de América?. Pocas personas podrán enumerar que ha quedado de aquella celebración. ¿Qué nos legó el I Centenario del nacimiento del fútbol en España o la celebración del I Centenario de la creación del Real Club Recreativo de Huelva? Y, así, se podrían enumerar otros muchos acontecimientos vividos en los últimos años que, desgraciadamente, pasaron sin contar con la atención de los onubenses.

Estos hechos hubieran acontecido en otros lugares, las celebraciones hubieran sido multitudinarias y de las mismas habrían quedado múltiples recuerdos; pero, en Huelva, las cosas pasan porque tienen que suceder y las vivimos durante unos instantes para, inmediatamente, pasar al baúl de los recuerdos como si aquí no hubiera sucedido nada.


Recientemente, hemos vuelto a vivir una situación similar con la conmemoración de las bodas de plata de la reinauguración de la plaza de toros de la ciudad que, en la actualidad, lleva el nombre de La Merced. Y la celebración ha pasado sin dejar poso alguno, pese a que, con anterioridad, se habían barajado muchos proyectos que, a la hora de la verdad, quedaron en el olvido, como suele acontecer en Huelva.

La conmemoración quedó en un homenaje privado al impulsor de la idea, José Luis Pereda García. Y nada más, cuando se podían haber llevado a cabo numerosas actividades que hubieran servido, al menos, para dar realce a la importancia de la fecha que, a escasas fechas, ya ha quedado en el olvido de la mayoría de los onubenses.

Para tratar de dejar un hito de esa conmemoración surge esta obra, en la que se trata de ofrecer una historia de todos los festejos que, a lo largo de estos años, se han celebrado en la plaza de La Merced, ofreciendo muchos datos de interés, algunos de ellos desconocidos por el gran público, otros que servirán para corregir algunos errores que, a lo largo de los años, se han ido acumulando y otros que también, al mismo tiempo, servirán para que muchos que, por razones de edad, no hayan vivido esta época puedan acerarse a la historia viva del taurinismo onubense.


Todo cuanto se ofrece a continuación es el resultado de las notas tomadas a lo largo de todo este tiempo por uno de los dos únicos informadores taurinos que, afortunadamente, hemos cubierto todos los festejos celebrados en el ruedo choquero en estos veinticinco años. Son los datos elaborados para, posteriormente, ofrecer la información demandada a los diferentes medios en los que se prestaba servicios profesionales. En mi caso, fundamentalmente, la Agencia EFE, que siempre ha sido difusora de todo cuanto ha sucedido en estos festejos.

La única pretensión que tiene esta obra es dejar constancia de tantos años de historia en el principal ruedo de la provincia de Huelva para que la historia no se pierda con tanta facilidad como hasta ahora, por desgracia, ha venido aconteciendo.
1.984: LA TEMPORADA DE LA ESPERANZA.

La travesía del desierto que había padecido la afición taurina onubense pudo culminarse con la reinauguración de la plaza de toros que fue rebautizada con la denominación de La Merced. Fijada la fecha del 29 de julio, la empresa propuso una amplia cartelería, con un total de ocho festejos en los que se incluían algunos de carácter torista, algo inusual en Huelva por cuanto, en los últimos años, se había convertido en una plaza cómoda, y a la que gustaban venir las figuras del momento que se encontraban con un ganado a modo.


En la amplia cartelería destacaba, por encima de todos los demás, un nombre, el de Miguel Báez Litri, quien, haciendo honor a su dinastía y a la tradición, posibilitaba que un hombre de la Casa estuviera, una vez más, en el momento preciso de la historia taurina de la ciudad. Si su padre estuvo presente en la tarde del 5 de septiembre de 1.902 cuando se inauguró esta plaza y él mismo, abandonando su voluntario retiro, también fuese el primero en actuar en la inauguración de la, ahora en desuso, Plaza Monumental, era lógico que el torero onubense, pese a su edad y a los años de inactividad, hubiera aceptado el honor de abrir estas nuevas instalaciones.


Y, junto a Litri, la empresa tuvo a bien acartelar a los toreros y novilleros onubenses en liza en esos momentos, además de ofrecer la alternativa a una de las grandes esperanzas que tuvo la afición local pero que, por las circunstancias del toro, se habían evaporados. Era el caso de Sebastián Borrero Chamaco II, aquel que, década y media antes, había encandilado no sólo a sus paisanos sino a todo el taurinismo nacional. Con ocasión de la reinauguración del coso de su tierra, Sebastián decidió dar de nuevo el paso adelante y, primero, tomar la alternativa y, posteriormente, seguir. Aunque, desgraciadamente, su nueva etapa fue muy corta porque el torero, maduro en edad, ya había perdido sus ilusiones.

Además, estaba incluido Curro Torres, el único matador onubense en activo en aquellos momentos, así como los novilleros Salvador Ortega y Emilio Silvera, siendo éste la nueva esperanza del taurinismo local. Por tanto, en esta primera feria, la empresa había apostado fuerte por el localismo, algo que había que agradecer por cuanto parecía que iba a satisfacer los deseos de los aficionados onubenses, siempre tan entregados a sus toreros.

Pese a la efeméride y a la presencia de muchos nombres choqueros, la afición onubense se mantuvo en el letargo en el que se había sumido tras las retiradas de Miguel Báez Espuny Litri y Antonio Borrero Morano Chamaco y no respondió como cabía esperar. Ni siquiera la apertura del coso y la presencia del maestro Litri fueron suficientes para que los graderíos se llenasen como ambos acontecimientos merecían. Es más, con el transcurso de los festejos, la entrada fue decreciendo y, alguna que otra tarde, apenas hubo público en los tendidos.

Parecía como si la afición onubense había perdido, pese al pequeño espacio de tiempo transcurrido desde el cierre de la Plaza Monumental, sus ganas de acudir a presenciar festejos taurinos y su pasión por los toreros onubenses, aunque cabía esperar que, con la puesta en funcionamiento del coso y la celebración de festejos, la afición onubense reverdeciera y volviera a tener el auge con el que había contado años atrás y, de manera especial, con sus toreros.

LOS ACTOS INAUGURALES

Desde semanas antes de la fecha de la reinauguración del coso, la empresa se encargó de publicitar el acontecimiento que, en principio, pareció levantar cierta expectación, aunque, posteriormente, no se tradujo en la respuesta tan esperada por todos. Como suele ocurrir tantas veces en la ciudad, muchas palabras y muy pocas nueces. Todo el mundo hablaba de toros, de los carteles, de la alegría de volver a contar con una plaza pero, a la hora de la verdad, fueron pocos los que decidieron dar el paso adelante y vivir en primera persona los hechos que se sucedieron en aquella semana.

Hubo una multitudinaria presentación del proyecto y de los carteles que componían la programación ferial que, en principio, fue muy bien acogida por el taurinismo onubense. Se ofrecieron facilidades para adquirir las localidades y para desplazamiento de los aficionados de las distintas localidades de la provincia. Sin embargo, y por desgracia, la respuesta no fue tan positiva como cabía esperar.


La Tertulia Miguel Báez Litri dio un paso adelante para engrandecer la feria onubense y, con ocasión de esta reinauguración, inició el Pregón Taurino. Y, para esta primera ocasión, tuvo en otro torero onubense, Juan Posada, el encargado de cantar y contar cuanto se esperaba sucediera en nuestra ciudad. El maestro Posada, ahora dedicado al periodismo taurino, pudo sacarse la espina de no haber toreado nunca como matador de toros en su tierra y, aunque fuese desde un atril, retornó a su plaza en una emotiva intervención.

El día fijado para la apertura de la plaza se había programado, para el mediodía, una serie de actos, que se iniciaron con la recepción de las primeras autoridades e invitados y seguir con la celebración, en el mismo ruedo, de una Misa, oficiada por los sacerdotes José María Roldán y Francisco Girón, tras la que se celebró la bendición de las diversas instalaciones del remozado coso.


Concluida la ceremonia, en el pasillo de acceso de la Puerta Grande, se llevó un acto muy emotivo por cuanto dos entidades taurinas, la Tertulia Miguel Báez Litri y la sevillana Peña El Toro, quisieron sumarse a la efeméride con la erección de sendos azulejos con las imágenes de la Virgen de la Cinta y la Virgen del Rocío, ante los que los presidentes de ambas instituciones, Alfonso Robles Raggio y Juan de Dios Pareja-Obregón, ofrecieron sendos ramos de flores.

La jornada concluyó con un almuerzo ofrecido por la empresa y que tuvo como marco la Hacienda Santa María de La Rábida y en el que se dieron cita muchas personas, brindándose por los futuros éxitos del coso que, horas más tarde, iba a ponerse a disposición de la afición taurina.

Todo estaba dispuesto para que la casi centenaria plaza de toros de Huelva volviese a la actividad. Habían pasado casi ochenta y dos años de su inauguración y, remodelada, abría de nuevo sus puertas.

Y, como en tiempos añejos, de nuevo la banda que amenizaría el espectáculo hacía el pasacalles desde la Plaza de La Merced hasta el coso taurino entre la admiración de cuantos acudían a presenciar el festejo y de los vecinos de la zona que se apostaban en los balcones para seguir este cortejo musical.
Sigue....

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