jueves, 13 de septiembre de 2007

EMOCIONANTE ENTRADA DE LAS YEGUAS EN ALMONTE

LAS YEGUAS DE LA MARISMA DUERMEN EL ALMONTE.

Nos hemos despertado al alba, noche de vivencias al calor de los recuerdos, el cante y la naturaleza, cuerpos doloridos y, en la parte menos consciente de la memoria, la Casa del Lobo, Marismilla, caminos marismeños y amistades de un solo rato para toda la vida.

Los primeros rayos de sol se reflejan en la marisma, se confunden sueño y realidad, una ligera neblina le otorga a todo un matiz impresionista que refuerza lo onírico. Voces que son órdenes, el jefe de la cuadrilla empieza a ejercer, prepara la labor y hay que organizarse, recoger el campamento, dar de comer y de beber y aparejar las monturas, desayunar breve pero con sustancia que la jornada es larga y la faena recia.

Partimos hacia lo hondo del Coto, el ganado se ve a lo lejos, toda la marisma en pura vida, momento de migración de aves, ciervos que rompen a correr ante los caballos, tortugas que miran recelosas, voces de distintas cuadrillas y sol que trepa por el horizonte buscando el cenit del cielo. Las ordenes son precisas, la labor concreta “hay que reunir el ganado y apretarlo contra la valla de la Dehesilla”, viendo ya la ermita y la aldea. Este año las yeguas vienen fuertes y los potrancos alardean relinchan, se escapan, no hay problema con ellos, ninguno va muy largo si la madre se queda en la manada. Esa yegua torda se ha dado la vuelta, huye como un celaje salta Francisco, el jefe de la cuadrilla, lleva un caballo cruzado de pelo castaño que corta la cara de la marismeña a galope tendido y la vuelve al redil, todo es rápido, sin aspavientos ni apreturas; carreras las necesarias, llegan más tropas, la marisma se colorea de mil capas distintas cada ganadero pregunta por su ganado y por la reata que lleva, aumenta el número de cabezas, las tropas se van fusionando, el ganado marismeño es un solo animal de mil pelos, que relincha nervioso y se mueve todos a una, los jefes de tropa son llamadas por los directivos de la Asociación, dirimen, comentan deciden.
Nos traslada la información, este año el ganado se va a sacar de la marisma en tropas, se pasará rápido por la ermita y cada tropa con su cuadrilla, la mitad delante, la mitad a tras hasta la cerca de la “pasá del Chivo” donde se sestea, el momento es intenso: salir de la marisma diez hombres delante diez hombres detrás, en medio la tropa de yeguas con sus rastras, el galope corto, la rienda larga como los estribos, el pañuelo en la boca y la porra dispuesta para cualquier rebelde que pretenda volverse, la simbiosis entre hombre , caballo, naturaleza es perfecta.
Se han cerrado las salidas de la calle Moguer y se pasa como una exhalación por la puerta de la ermita de la Virgen del Rocío, las voces de las cuadrillas y los relinchos del ganado dan forma a una sintonía que completa el sonido de las campanas. Seguimos, galope corto, por el camino de Los Llanos, distancia entre las tropas, sin bullas, pausando la marcha. Por fin se ve la cerca, hay gente esperando, se ven los tractores que han servido de apoyo a los yegüerizos en la marisma y durante todo el camino, se vuelven a juntar todas las tropas y se prepara la comida. Ya hay muchos almonteños, muchos forasteros, que vienen al reclamo de una rato de campo, una comida agradable y una romería singular. La boca pastosa del polvo, la garganta cerrada y corre el rebujito, que acertada expresión “sestear”, eso hacemos apenas a tres kilómetros de Almonte.
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Tras dos jornadas intensas se ve la meta. El cupo de emociones parece lleno pero me equivoco, empieza el camino hasta Almonte donde entraremos por el Chaparral, cerca del conjunto de estatuas que homenajean a los ganaderos marismeños. Nos llaman el jefe de la cuadrilla, somos los séptimos en entrar a la cerca para sacar el ganado , hay que entrar a galope y cortar la manada, apartar una tropa lo suficientemente numerosa y salir otra vez al galope hacia Almonte. El momento es intenso, hay que demostrar el dominio de la montura, hay mucha gente observando y todo almonteño lleva un jinete en sus genes, salimos con honra y entre tramos a galope y breves paradas pronto adivinamos las casas. Se ha sumado a la cuadrilla un chaval de no más de cinco años, el sobrino de Pepin, que galopa en perfecta armonía con su jaca torda. ¿ Puede ser otra cosa el día que llegue a los estribos más que yegüerizo?

Ya estamos en Almonte, el resonar de los cascos contra el pavimento lo certifica, todo el pueblo está en la calle, y les juro que si no fuera por que los hombres no lloran y mucho menos los alomteños, correrían muchas lagrimas por las mejillas de los que están esperando por que ya no pueden ir y de los que están entrando a galope por las calles de su pueblo hasta el Pocito donde se acaba la saca.
Las yeguas están en los corrales y nos despedimos con abrazos de hermandad Las emociones mitigan el cansancio, y me ronda la mente y el corazón una letra de sevillanas que tanta veces he oído sin comprender y ahora hago mía “QUE EN VERDAD YO QUIERO SER… YO QUIERO SER ALMONTEÑO”

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